jueves, 17 de julio de 2008

Planta baja 1

Planta baja I


Días difíciles, días de lucha, días donde había que permanecer de pie pese a todo. Días donde había que poner el cuerpo donde fuera necesario. En la escuela durante aquellos días, se estrecharon los lazos de todos quienes participaron de esa legendaria toma. Docentes, alumnos, padres, amigos, allegados formaron parte de una comunidad única donde el objetivo era sostener, cuidar, defender la escuela y lo que ella representa: un espacio de libertad, creación, compromiso no solo para quienes concurren hoy a formarse, sino para quienes en el futuro puedan y quieran hacerlo. Ya que todos deben tener la posibilidad de educarse y crecer, es posible que quienes hayan participado de aquellas memorables jornadas, sean los artífices de la Emba del futuro. La lucha no ha terminado ni mucho menos, lo importante es la resistencia, tal como ha dejado dicho alguien como al pasar…
Cursar cada día puede ser casi una aventura, nunca podemos saber si al llegar, tendremos clase, porque puede suceder que nos encontramos con los famosos artículos en la pizarra, o que el profesor aviso su ausencia y en preceptoría olvidaron apuntarlo, o lo apuntaron tarde. O también pueden suceder cosas tales como amenazas de bomba, que llueva mas dentro que fuera, cortes imprevisto de luz, agua, (gas?). Búsqueda infructuosa del aula donde se supone teníamos clase, o que la encontremos 15 minutos antes que termine la hora, con lo cual, olvídate del presente (salvo honrosas y docentes excepciones). La lista pareciera ser interminable, parece una lista casi surrealista de hechos que atentan en contra de la sana y simple intención del alumno, de tomar su clase correspondiente. En esta lista casi interminable de sucesos, se nos escapan tantas cosas que son cotidianas, que este cronista, no quiere ser injusto. Pero acaso la justicia… que alguien me señale al hombre justo.
Luego otro capítulo digno de ser mencionado, es cuando ya estamos en pleno ejercicio de nuestra función de estudiante y caemos en la cuenta de muchos otros detalles, que al momento de inscribirnos, no reparamos. Inconvenientes para poder llegar a horario, ya sea por problemas propios o ajenos, que nada tienen que ver con la escuela, pero que inciden directamente con nuestra intención de ir a estudiar: paro de transportes varios, eventuales manifestaciones, dificultad para salir del trabajo en tiempo y forma, etc, etc…Cuando finalmente logramos llegar, luego de haber sorteado todos esos obstáculos, puede ser que tengamos clase, nuestra merecida clase (si es que el profesor o profesora no equivocó de aula).
Pero luego de esta larga enumeración de sucesos fortuitos que asolan el legítimo interés del alumnado por estudiar, debo dar cuenta de un último hecho que ha llegado a perturbar la ya agitada vida académica de la Emba. Y tiene que ver con el origen y existencia de una leyenda urbana, leyenda que a medida que han transcurrido mis breves años en la escuela, fue cobrando fuerza. Y quiero dejar asentado aquí, a modo de informe, que hablo de una verdadera leyenda urbana, interna a la Emba. Y no quiero saber nada de esa pseudo leyenda del fantasma del 5to. Piso, una verdadera payasada. O del misterioso té servido en una mesa del 12avo. Piso. Verdaderos mamarrachos. No hablare más de estos temas, los considero terminados.
Me referiré sí concretamente al aula de Planta baja 1. De lo que a continuación narraré, puedo dar fe, ya que he sido testigo de hechos muy extraños y cuando digo extraños, aludo al verdadero significado de la palabra.
Debo confesar que al poco tiempo de comenzar a concurrir a la Emba hace ya un par de años, escuche que luego que el municipio abandonara el edificio, comenzaron a suceder hechos peculiares que muchos atribuían a operaciones de ciertos personajes vinculados con la administración municipal. Se decía por ahí, que algunos tipos pagados, se infiltraban en la escuela para cometer ilícitos de manera que nadie los descubriera. Dichos personajes pretendían minar las voluntades, tratando de hacer desistir tanto a alumnos, docentes y demás personal de la escuela, de continuar en la misma.
Hasta aquí creo que las cosas se fueron dando dentro de lo posible, con normalidad. Eran solo habladurías.
Hasta que un día, siendo aproximadamente las 17:15, vi entrar a un alumno al aula de Planta baja 1, que por aquel entonces yo también utilizaba y no recuerdo bien que materia cursaba, pero si recuerdo como si estuviera viéndolo, al bajar la escalera para dirigirme al aula, vi entrar a este chico de pelo largo y de unos 22-23 años a ese aula, me pareció raro porque nunca lo había visto en la misma cursada que yo, por lo cual supuse que se había equivocado, cosa absolutamente normal, tal como lo referí en párrafos anteriores; ese muchacho llevaba una mochila con los colores de Quilmes A.C., recuerdo, una campera de lona verde y lo peor de todo, o mejor dicho lo que luego me causaría escalofrío, fue que justo un momento antes de entrar, giró la cabeza y posó sus ojos sobre mí. Eso me congeló una fracción de segundo en la escalera mientras bajaba.
Al trasponer yo mismo la puerta, sentí como si el peso del mundo cayera sobre mí. Mis oídos me zumbaban, mi cuerpo había quedado inmóvil, un paso dentro del aula. No se cuanto tiempo estuve en esa rigidez inexplicable. Mi respiración se había acelerado como también mi ritmo cardíaco, el calor, el frío sobre el cuerpo, sensaciones confusas. Un silencio sepulcral, pero a la vez un silencio atravesado por ese zumbido. Atrás había quedado el habitual bullicio de la escuela a esa hora. Era como si todo alrededor se hubiera suspendido. Lo único que podía mover y en un ángulo muy reducido, eran mis ojos, con ellos tuve un atisbo de reacción, para tratar de encontrar una explicación lógica, mirando de dónde provenía todo eso: el frío, el calor, el zumbido, lo que me inmovilizaba, pero el aula me rodeaba indiferente a mis temores más profundos. Y la imagen que coronó ese momento, fue no ver a nadie allí dentro.
Comprobar que allí no había nadie, me hizo sentir pánico. Una corriente eléctrica recorrió mi espalda rígida. Me negaba a ver el aula vacía.
Mientras mi cuerpo recuperaba su movilidad lentamente, buscaba rápidamente una respuesta mental a eso que había presenciado. Pero no pude encontrar ninguna en ese momento. Entraron varios de mis compañeros del curso, pero obviamente ellos no percibieron nada, yo había recuperado el control sobre mi cuerpo, pero no totalmente sobre mis pensamientos, no podía dejar de pensar en aquello.
De regreso a mi casa, seguí dándole vueltas al asunto, pero no pude llegar a ninguna conclusión. Un par de días después terminé pensando que fue algo así como una alucinación, imaginación: mucho trabajo, poco descanso, en fin, no había sido nada.
Pero estaba muy equivocado. Los hechos habían cambiado drásticamente.
Se me había hecho muy tarde, el colectivo venía demorado y debía pasar además por OTI a retirar unos apuntes que había encargado. Irremediablemente llegaría tarde a la clase y estaba al límite con las faltas. Al llegar a la librería, mi distracción no me permitió ver que había algo que no estaba bien. Cuando pregunté por los apuntes, el viejo me quedó mirando extrañado, como si le hubiera pedido algo imposible. Quería simplemente mis apuntes fotocopiados de Tipografía, pero el tipo me dijo algo así como que no tenía idea de que le estaba pidiendo. Quise aclararle que lo había encargado unos días antes, que me había llevado otras cosas y que estaría para esa tarde. Pero el buen hombre insistía en no saber que cosa estaba pidiéndole. Estaba la empleada, que me había atendido justamente y traté con ella infructuosamente de preguntar por mis apuntes. Nada. Nunca hubo apuntes, ni de tipografía ni de ninguna otra materia de la Emba. Es más cuando le nombré Bellas Artes, los ojos del viejo, detrás de sus lentes, casi se le salen de la cara. Nunca había oído hablar de Bellas Artes, para él la Emba simplemente no existía. Primero pensé en una broma, una broma de muy mal gusto. Pero inmediatamente me dije, pero de quién?, no, no, era ridículo. Fue cuando me di cuenta que el lugar donde había entrado, no era tal como lo conocía. Allí no había esos cartelitos pegados en la pared con cursos y talleres de arte o cosa por el estilo. El lugar también era diferente, las cosas estaban diferentes. No sabía bien qué era, pero había algo que no encajaba.
Salí de allí, confundido, perplejo y me dirigí a la escuela. Al llegar allí, volví a sentir lo mismo que aquel día que me pareció ver a aquel chico entrando al aula de Planta Baja I. El corazón se me aceleró, frío, calor, todo a la vez. Allí había un edificio, pero no era el edificio de Bellas Artes. O al menos no como solía recordarlo. Este era un edificio de unos doce o trece pisos, con un aspecto general muy similar al de la Emba, pero definitivamente no era. Lo que sí tenía era un escudo oficial y en la fachada, con letras de molde, Municipalidad de Quilmes. En la entrada había una puerta giratoria central, y otras dos puertas de una sola hoja, una a cada lado. El frente también era vidriado. La escalinata era muy parecida. Desde la calle se puede ver la ventana de preceptoría, o mejor dicho antes. Ahora allí no hay ventana alguna. Ya en el hall de entrada, me encuentro con una escalera, ascensores, despachos, oficinas, personas yendo y viniendo. Carteleras varias con información sobre cuestiones municipales, beneficios por no atrasarse en el pago de los impuestos, el cuidado que hay que tener con la ola de mosquitos, una placa de bronce recordando a ilustres vecinos de Quilmes. Y tantas cosas que no hacen más que alejar cualquier recuerdo de la Emba. No encuentro respuesta, no puedo salir de mi asombro, perplejidad. Qué pasó acá? Siento como que me perdí de algo y no puedo saber que es. La fisonomía de ese edificio me recuerda a la escuela, pero vagamente. Camino sin rumbo cierto por la planta baja, tratando de encontrar algo, no lo se, que pueda reconocer. Alguna mancha en la pared, alguna cosa que me de la prueba de la existencia de la Emba.
Tan atolondrado estaba mirando todo, que no vi al muchacho que venía en mi dirección. Por poco lo llevo por delante, aunque lo rocé al pasar. Le pedí disculpas y al mirarlo, reconocí la mirada del otro muchacho que había visto entrar al aula de Planta Baja 1. No se le parecía en nada, pero su mirada…
Giré sobre mis talones para seguirlo y lo vi entrar a una oficina que en la puerta llevaba un cartel que decía Ente Municipal: Barrios en Acción. Me causó cierta gracia el nombre de esa oficina, las siglas coincidían con las de Bellas Artes. Si todo era una broma, ya era tiempo de terminarla. Pero si no lo era? Instintivamente entré a esa oficina. Había un par de escritorios, en uno de ellos una señora de pelo teñido y con las raíces negras, sin decirme palabra, me indicó una silla para que esperara. Sin saber por qué, obedecí. Me puse a leer una revista del municipio, en cuya tapa decía a modo de titular: Los ediles quilmeños apoyan la apertura de una escuela de arte en el distrito. Más adelante, decía algo así como: “Quilmes se merece una escuela de Bellas Artes desde hace mucho, una institución que permitiera el desarrollo integral en las carreras de Diseño Gráfico y Profesorado de Artes Plásticas. En diversas sesiones el Concejo Deliberante, había debatido un proyecto para la compra de un edificio que albergara una importante cantidad de alumnos que cursaran básicamente esas dos carreras, con la posibilidad de ampliarse a diversos postgrados que le permitiera al egresado, seguir perfeccionándose y alcanzar mayor competitividad en el mercado laboral.”
Qué era todo eso? Mi cabeza daba vueltas, no podía coordinar, no podía encontrar nada que me diera una pista sobre lo que estaba sucediendo allí. Tenía además mucho dolor de cabeza y estaba mareado. Me incliné un momento hacia delante, para cerrar los ojos un momento y pensar. De pronto escucho que me hablan, sería la señora de raíces negras, pero como me conoce, nunca le dije mi nombre: Luigi… Luigi… despertáte, que te pasó?
Levanté la cabeza y nuevamente estaba en el aula de Planta Baja 1, eran los chicos que llegaban para la clase de Tipografía. La profesora venía desde el piso 8, porque en preceptoría le habían dicho que estábamos allá. En fin, volví a respirar, había regresado. Me sonreí para mí, los otros se quedaron mirándome y me preguntaron que me pasaba.
-Nada, que me olvidé de comprar los apuntes de Tipografía en OTI.
-Uh que bajón…

Luis De los Santos
1º año de TDG
2008
Cuento realizado para Taller de Texto